viernes, 21 de febrero de 2014

¨"¿Por qué reducir la vida a una dimensión?"

Escucho al doctor Luna hablar de su chamán y, de pronto, menciona “los universos alternativos” . Y, en un flash, recuerdo la misma expresión en boca del premio Nobel de Física 2004 Frank Wilczek, quien me habló aquí, al profundizar en la teoría de las cuerdas, de “esa lógica interna bellísima de la que todos formamos parte y en la que están inscritas desde la última partícula elemental hasta la inmensidad”. ¿Ven? El lenguaje del chamán amazónico perdido en la selva del Caquetá y el del Nobel, forjado en la más estricta observación del método científico, se acercan hasta hacerse indistinguibles. Al cabo, la más pura ciencia de hoy deviene esoterismo milenario. Es la danza de la realidad, y la gozaremos sólo con mantener la mente abierta y dispuesta antes a conocer que a condenar.


Dr . Eduardo Luna, Etnobotánico del chamanismo mestizo
Tengo 58 años y sigo creciendo. Nací en Florencia (Colombia), cuna de otro arte y otra sabiduría. Me doctoré en Etnobotánica Amazónica Mestiza. Enseño en la Universidad de Helsinki. Occidente puede recuperar en la Amazonia otras formas de conocimiento aniquiladas por la Inquisición y luego reprimidas por un racionalismo miope
Me tumbé y me quedé contemplando las estrellas… Hasta que me di cuenta de que era imposible que estuviera viendo las estrellas, porque estaba bajo techo.
–Eso es un razonamiento irracional.
–Propio del yagé: altera tu conciencia, pero al mismo tiempo mantiene la lucidez. Había visto una enorme serpiente yendo hacia la casa del chamán y de pronto empecé a pensar como la serpiente: ¡yo era la serpiente!
–¿Se sentía reptil?
–Me sorprendí amí mismo relamiéndome al anticipar lo deliciosas que estaban las ranas de la charca: me arrastraría poco a poco para no sorprenderlas… Pero de repente me asusté, porque madre daría un grito si me veía arrastrándome para devorar ranas.
–¿Y ser un bicho le parece agradable?
–No trataba de divertirme. No estaba tomando copas. El yagé, o ayahuasca, no es una droga recreativa sino un sacramento. Tras pensar en las ranas salí a vomitar. Al volver, las plumas del chamán se transformaron en pájaros que volaban.
–¿Ese viaje no es peligroso para la salud?
–No, porque la dosis letal de ayahuasca sería de cinco litros y las tomas habituales apenas superan los 50 mililitros. No es aconsejable la ingesta, desde luego, para quien no esté perfectamente sano, pero difícilmente enferma a nadie. Yo hace 35 años que la tomo.
–¿Cuándo la ingirió por última vez?
–Hace seis meses, en Brasil.
–No es usted un habitual.
–Nadie lo es, porque tomar el yagé es un trance desagradable. El líquido tiene un sabor vomitivo y es vomitivo. La toma sólo tiene un sentido si tú se lo confieres, un sentido espiritual, religioso, dentro de un ritual.
–¿Qué se siente?
–Es un sacramento y una comunión. Permite la introspección sobre tu propia conducta y abre tu mente a otras realidades que puedes compartir con los demás iniciados.
–¿Quién le guió su primera vez?
–Mi primera toma, prudentísima, fue con el etnobotánico húngaro Terence McKenna. Y constituyó toda una revelación. Me sentí como entrando en El jardín de las delicias del Bosco. Descubrí dimensiones, luces, colores y volúmenes insospechados, pero también aprendí a tomar distancia respecto a mí mismo: me vi como yo era y, desde aquel instante, jamás volví a angustiarme por nada.
–¿Mística enteógena?
–Para mí es parte de una búsqueda. Yo había sido seminarista. Nací en Florencia (Colombia) y mis padres me indujeron una vocación escolapia. Fui al seminario de Irache a estudiar Teología hasta los 20 años y lo abandoné para estudiar en Madrid. Al volver a Colombia me reencontré con el chamán ingano mestizo Apollinar  Yacanamijoy.
–¿Ingano?
–Hablaba quechua en su variedad inga, un dialecto de la lengua inca.
–¿Estaba a su lado el día de las estrellas?
–Sí. Recuerdo que, cuando me descubrí maravillado a mí mismo en aquella toma de yagé, le dije: “Don Apollinar, es usted sabio”, yme respondió: “No soy yo el maestro, es el yagé”. La ayahuasca, que el chamán me preparó en su variedad local de Banisteriopsis caapi mezclada con hojas de Diploterys cabrerana, es considerada una planta maestra. Es el yagé y no el chamán quien nos guía.
–¿Y dice que cambió su vida?
–Sí. Supe que recuperaría la sabiduría de mis antepasados que los años de estudios en Europa me habían hecho olvidar. Me licencié en Filosofía en Madrid, pero me casé con una noruega y vivimos en Oslo, donde enseñé en la universidad, y luego en Helsinki.
–¡Qué lejos de la Amazonia querida!
–Allí fui alumno de un sabio, el director del Instituto de las Religiones Oche Hultkrantz. Trabajamos juntos en mi tesis, que trataba de recuperar la sabiduría etnobotánica y la espiritualidad de la Amazonia.
–¿Siguió viendo las estrellas?
–Sí, y muchos libros. Estudié farmacología, botánica, fisiología y neurología para dedicar mi doctorado al chamanismo mestizo.
–¿Por qué al chamanismo mestizo?
–Porque es el puente con la sabiduría perdida en Occidente. Sus chamanes ardieron como brujas en las piras inquisitoriales.
–Hace siglos.
–Primero la Inquisición y luego la ilustración y su racionalismo más reduccionista y miope liquidaron esa espiritualidad que ustedes gozaron. Pero recuerde que la comunión católica, por ejemplo, donde se ingiere vino –otra droga–, es una reminiscencia de los ritos helenos de Eleusis y sus comuniones, que están en los fundamentos de toda su cultura.
–El sueño de la razón produce monstruos.
–No. La razón sólo es una forma de conocimiento más. ¿Por qué confinar la vida a una sola dimensión? Como sabe, el hemisferio cerebral derecho procesa creatividad y emociones, y el izquierdo, el raciocionio. El cubo de Necker, con el yagé, es percibido mejor por el hemisferio no racional.
–¿Y eso de qué nos sirve?
–Permite un sueño lúcido con el que puedes desbloquear traumas y mejorar la introspección. Pero el potencial de esta etnobotánica está por descubrir. Abramos, pues, puertas al conocimiento, no las cerremos.
–¿No se trata de una aventura sectaria?
–Es cierto que las nuevas religiones sincréticas brasileñas como el Santo Daime o Barquinha han hecho del yagé su sacramento y con buenos resultados, pero yo lo que pido es, antes que nada, sólido conocimiento científico y, a partir de él, experiencia vital. No reduzcamos nuestras vidas a una dimensión, porque hay muchas más y nos las perdemos.

Lluis Amiguet

viernes, 14 de febrero de 2014

San Valentín suena a Hombre Valiente y Enamorado!!!

I
Existen diversas teorías que otorgan a esta fecha el origen del Día de los Enamorados. En los países nórdicos es durante estas fechas cuando se emparejan y aparean los pájaros, de ahí que este periodo se vea como un símbolo de amor y de creación.
Según Apolonio de Rodas, el mascarón de proa del barco de Jasón, el Argo, estaba hecho de roble del bosque sagrado de Dodona y podía hablar el lenguaje de los pájaros. En la mitología griegase podía obtener el lenguaje de los pájaros por medios mágicos. Se dice que Demócrito, Anaximandro, Apolonio de Tiana, Tiresias, Melampo y Esopo podían entender a los pájaros.
En la mitología escandinava, la facultad de entender el lenguaje de los pájaros era signo de gran sabiduría. El dios Odín tenía dos cuervos, Hugin y Munin, que volaban por todo el mundo y le contaban a Odín lo que sucedía entre los mortales.
El legendario rey de Suecia Dag el Sabio eran tan sabio que podía entender lo que los pájaros decían. Tenía un gorrión domesticado que volaba por todas partes para traerle noticias. Una vez, un granjero de Reidgotaland mató al gorrión de Dag, lo que desencadenó un terrible castigo por parte de los suecos.

Mi comentario I:
Como ya se ha hecho notorio nuestro divorcio con la naturaleza es cada vez más creciente, y quien pretenda hoy en día hablar de pajaritos o hablar con ellos será tratado por esa corteza de cemento y smog del espíritu neoliberal como loco, cursi o ridículo, más sin embargo nuestras canciones populares, fábulas, poesía, y todo aquello que nos liga o nos religa, mejor dicho que hace religión con la naturaleza es un acerbo de vida y de amor que nos redime como humanos y seres vivientes.

II
Algunos creen que es una fiesta cristianizada del paganismo, ya que en la antigua Roma se realizaba la adoración al dios del amor, cuyo nombre griego era Eros y a quien los romanos llamaban Cupido. En esta celebración se pedían los favores del dios a través de regalos u ofrendas para conseguir así encontrar al enamorado ideal.
Muchos piensan que san Valentín se celebra desde hace poco y que surgió por el interés de los grandes centros comerciales, pero su origen se remonta a la época del Imperio Romano.
San Valentín era un sacerdote que, hacia el siglo III, ejercía en Roma. Gobernaba el emperador Claudio II, quien decidió prohibir la celebración de matrimonios para los jóvenes, porque en su opinión los solteros sin familia eran mejores soldados, ya que tenían menos ataduras.
El sacerdote consideró que el decreto era injusto y desafió al emperador. Celebraba en secreto matrimonios para jóvenes enamorados (de ahí se ha popularizado que San Valentín sea el patrón de los enamorados). El emperador Claudio se enteró y como san Valentín gozaba de un gran prestigio en Roma, el emperador lo llamó a palacio. San Valentín aprovechó aquella ocasión para hacer proselitismo del cristianismo. Aunque en un principio Claudio II mostró interés, el ejército y el gobernador de Roma, llamado Calpurnio, le persuadieron para quitárselo de la cabeza.

El emperador Claudio dio entonces orden de que encarcelasen a Valentín. Entonces, el oficial Asterius, encargado de encarcelarle, quiso ridiculizar y poner a prueba a Valentín. Le retó a que devolviese la vista a una hija suya, llamada Julia, que nació ciega. Valentín aceptó y, en nombre del Señor, le devolvió la vista.
Este hecho convulsionó a Asterius y su familia, quienes se convirtieron al cristianismo. De todas formas, Valentín siguió preso y el débil emperador Claudio finalmente ordenó que lo martirizaran y ejecutaran el 14 de febrero del año 270. La joven Julia, agradecida al santo, plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba. De ahí que el almendro sea símbolo de amor y amistad duraderos.

Mi comentario II:
Eso de que el día de San Valentín sea una celebración de amor que se relaciona contra la guerra me seduce y me convence ja ja ja. Según el jefe del Imperio “Los jóvenes amantes no son aptos para la guerra”…Entendible entonces las grandes inversiones de hoy por los emporios de la guerra para sembrar odio y antihumanismo en todo el planeta, no amar al ser humano, a la naturaleza, a la alegría, a la esperanza, no amarse a sí mismos. Que todo se convierta en mercancía para consumir, incluso la salud, la educación, las pensiones, el agua, el aire, la cultura, para que todo adquiera el carácter de comprar, usar y tirar…no hace falta corazón.
Hace falta que tengamos entonces otro u otros San Valentines que acoliten las ansias de amor de la humanidad y nos enseñen a hablar y a cantar con los pajaritos ja ja ja. Aunque eso de aparearse como pajaritos sería de las mejores enseñanzas a seguir!!!

http://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%ADa_de_San_Valent%C3%ADn

http://es.wikipedia.org/wiki/Lenguaje_de_los_p%C3%A1jaros

lunes, 10 de febrero de 2014

Literatura como Epifanía de Liberación


Las epifanías de Los muertos
Andrés Crelier

La palabra "galocha" proviene del griego kalopus, "pie de madera", por la vía del latín y del francés. Las galochas son zuecos para andar por la nieve, el agua o el lodo, por lo que sólo donde suelen reinar ciertas condiciones meteorológicas pueden llegar a ser conocidas como medio para proteger los pies de la humedad que atraviesa el calzado. Sin embargo, incluso en esos lugares es preciso que la moda, primero, y la costumbre, después, las hayan difundido.
Las resonancias de las palabras indican el recorrido de las costumbres: el susurro francés de la palabra inglesa goloshes indica que esa prenda llegó a la isla de Gran Bretaña desde el continente europeo. De hecho, en el Dublín del recién iniciado Siglo XX todavía no se trata de un implemento usual. La esposa de Gabriel, el protagonista del cuento Los muertos de Joyce (1914) , se burla de que su marido le exija usar galochas cuando nieva. Pero la solicitud de Gabriel, índice del amor por su esposa, es objeto de las risas de todos los que, en una ronda que comprende al protagonista, su esposa y sus dos tías, se burlan de esos cuidados. En realidad, todos ríen menos el propio Gabriel y la tía Julia. (Cuento incluido en Dubliners, (Primera edición: Londres: Grant Richards, 1914; edición usada: Nueva York: Dover Publications, 1991). Entre las traducciones al español se incluyen las siguientes: Dublineses, Barcelona: Lumen, 1972; Madrid, Alianza, 1974, Madrid: Ediciones El País, 2002 (en las tres, la traducción es de Guillermo Cabrera Infante); Dublineses, Madrid: Cátedra, 1993; Los muertos, Madrid: Alianza, 1994)
La tía Julia es vieja, "sus ojos lentos y labios separados le daban la apariencia de una mujer que no sabía dónde estaba o hacia dónde se dirigía". En el filme de John Huston (1987; en español: Desde ahora y para siempre) –que lleva con perfección a imagen visual lo que el cuento propone a la imaginación- la mirada algo perdida de la tía Julia se complementa con una postura corporal que tiene la incertidumbre de la vejez. Luego de haber mirado a uno y a otro mientras ríen (en el filme), "la sonrisa se desvaneció de la cara de la tía Julia y sus ojos sin alegría se dirigieron hacia la cara de su sobrino" (en el cuento): "¿Y qué son galochas, Gabriel?, preguntó".
Esta situación no parece tener nada de particular. De hecho, no entender el motivo de la risa de alguien nos sucede a diario, muchas veces por no conocer el contexto en el que se apoya el chiste. En esos casos resulta conveniente hacer pasar desapercibida nuestra ignorancia con una risa fingida, inmotivada pero de la misma intensidad. La tía Julia, en cambio, no sólo no ha comprendido, sino que se encuentra algo alejada de la mundaneidad de la reunión que se da en su casa, y no articula los recursos que le permitirían sortear su desconocimiento acerca de la evolución del idioma y de las costumbres. Su vejez no se manifiesta en una falta de memoria, de facultades corporales o en haberse quedado sencillamente en el tiempo –canta melodías ya desaparecidas-, sino en que ha perdido el savoir faire de conectarse con el mundo. Cuando le explican lo que son las galochas y que, según Gabriel, todos las usan en el continente, la tía Julia murmura: "¡Oh!, en el continente", "moviendo la cabeza lentamente en el gesto de afirmar", y poco después se escabulle para seguir recibiendo a los invitados.
Si bien esta escena, en la que Julia patentiza su desconcierto ante la marcha del mundo, es sólo un momento de la película y del cuento, su contenido es más profundo. No es común que la literatura (y el cine) capten situaciones vitales breves tan significativas como ésta. Lejos de las largas reflexiones envolventes de Proust (por poner un ejemplo extremo) que saturan de interpretaciones los pequeños sucesos –recuérdese las reuniones sociales en las que cada gesto y cada palabra son objeto de infinitas frases interpretativas que buscan agotar todas sus implicancias sociales y psicológicas- Joyce suele mostrar momentos que permanecen resonando por su propia fuerza estética en un vacío de interpretaciones explícitas pero pleno de significado. Si la frase tiene éxito, el objeto mostrado –la imagen, la situación, el gesto o la palabra- sintetiza instancias diversas que no precisan ser explicadas.
Se trata, como se sabe, de epifanías. Joyce busca en toda su obra la manifestación de algo espiritual, que trascienda lo percibido pero que sólo sea aprensible a través de los sentidos: las epifanías se encarnan, a menudo en los momentos más ordinarios, insignificantes y fugaces. De hecho, un valor espiritual se resalta mejor en el contexto de lo ordinario, y el valor eterno de un significado queda mejor grabado en el momento más evanescente.
El propio Joyce desarrolla una teoría de la epifanía en Stephen Hero, obra temprana editada póstumamente en la que el protagonista (Stephen) le cuenta a su amigo en qué consiste la belleza estética. ( Se trata de fragmentos que Joyce retomaría para su obra A Portrait of the Artist as a Young Man. Los fragmentos en cuanto tales fueron publicados trece años después de la muerte de Joyce con el título de Stephen Hero (Nueva York: New Directions, 1955). Hay traducción al español: Stephen el héroe, Barcelona: Lumen, 1978 (traducción de José María Valverde).
En un primer momento, señala, reconocemos que el objeto es una cosa separada del resto del universo, luego lo aprehendemos como una estructura analizable en partes, y finalmente se nos revela como un entramado de relaciones perfectas. Es entonces cuando adquiere un brillo que lo transforma en un episodio epifánico, en una repentina manifestación espiritual. El artista, continúa Stephen, debe recolectar esos momentos poco sustanciales de la realidad en los que se realiza la belleza estética. Para Joyce (quien habla por boca de su protagonista) la tarea del artista es capturar las epifanías como raras aves de la realidad, no explicarlas.
Precisamente, ¿qué efectos podría tener una explicación que desarrolle explícitamente el sentido estético de esos momentos especiales? Al igual que un gesto histriónico excedido de los límites que lo hacen gracioso o –peor aún- relatado por alguien sin gracia, una interpretación explícita corre el riesgo de quitarle su fuerza epifánica al momento representado. Así sucede, en cierto modo, con la propia explicación que le da Stephen a su amigo, luego de la cual ambos caminan en silencio, acusándose Stephen de haber rebajado las "imágenes eternas de la belleza" y sintiéndose por primera vez un poco incómodo en la compañía de su amigo; de modo que para volver a instaurar un clima de mayor familiaridad mira el reloj de Ballast Office, sonríe y le dice a su amigo: "no ha epifanizado todavía".
La lección es que la única manera de capturar una epifanía es mostrarla. No es que las epifanías no se puedan comunicar –por el contrario, el arte consiste en el intento de hacerlo por medio de palabras o imágenes-, sino que son difícilmente interpretables sin quitarles su sustancia estética. Una frase breve y precisa puede hacer más para transmitirlas que un envoltorio verbal innecesario. Además, la parte efectivamente comunicada abarca sólo la materialidad de un objeto memorable o vulgar, el indicio de que ese objeto es más que lo mostrado por los sentidos.
Precisamente, los sucesos relatados en Los muertos no se apartan de lo ordinario. En Dublín, una reunión navideña convoca, como todos los años, a familiares y amigos a la casa de tres mujeres dedicadas a la enseñanza y al cultivo de la música. Las pequeñas cosas que suceden revelan los tipos humanos y las relaciones entre las personas. Gabriel es conciente de la escasa profundidad espiritual de esa reunión, más aún, de su patetismo, pero debe obrar como sostén de los valores que en el fondo no aprecia, el patriotismo y la hospitalidad irlandesas.
Desde la llegada de los invitados hasta el momento de su partida se suceden las alternativas de siempre, las previsibles conductas y conversaciones. Se habla de ópera, se toca el piano, se recita un emotivo poema amoroso, se baila diferentes danzas y se come alegremente. Uno de los parientes interrumpe obstinadamente con su borrachera –como todos los años- las conversaciones, provocando risas y fastidio. Otro de ellos asume la tarea social de mantener el buen clima de la charla con chistes y comentarios destinados a hacer reír a las damas.
Para Gabriel, todo ese fluir de costumbres provincianas tiene la superficialidad y la falta de autenticidad de los encuentros rutinarios, de las celebraciones rituales. A pesar de que participa activamente de la fiesta, nos damos cuenta de que sus sentimientos tienen otro objeto. Sobre el marco de reunión familiar repetida se destacan varios signos –miradas, actitudes, comentarios- que dejan ver el amor profundo y auténtico hacia su esposa. Ese amor verdadero lo salva en gran medida de la inercia vital.
Su mujer, sin embargo, se muestra indiferente y ensimismada, no participa de la fiesta ni parece responder a los sentimientos de Gabriel. Luego de la reunión, ambos se marchan a un hotel, pero la intimidad que ahora tienen no deja de profundizar la distancia anímica que ella demuestra. Algo sucede en su interior que Gabriel no sabe. En la habitación del hotel, que el filme muestra con claroscuros de luz de luna, ella revela estar agobiada por el recuerdo de un amor intenso que tuvo en su juventud, y que fue revivido por una canción de amor que se cantó en la fiesta. Un joven –con el que sólo había paseado de la mano, "como hacen allá en el campo"- había muerto de neumonía por ir a su ventana durante las noches frías del campo cuando ella estaba por entrar en un convento, es decir, había muerto de amor por ella.
Esta revelación resulta completamente inesperada para Gabriel. Luego de muchos años de matrimonio, ha descubierto el carácter de episodio que tiene para la vida de su mujer, en contraste con el sitio que ella ocupa en su propia vida. Su mente vaga entonces entre distintas ideas, confundida por la necesidad de cambiar el sentido de cosas fundamentales. Las palabras finales del relato –acompañadas en el filme por imágenes de la nieve y de la habitación- son justamente las de su conciencia. Su mujer se ha dormido, él la mira sin resentimiento y como si fuera una extraña, pensando en el pobre papel que le ha tocado jugar en su vida. La imagina bella y joven, la razón de un amor y una muerte.

Fugazmente, le vienen a la mente los episodios de la fiesta, su tonto discurso, el vino y el baile, la tía Julia... Pronto, se da cuenta Gabriel, estará vestido de negro buscando palabras inútiles de consuelo con ocasión de la muerte de Julia. "Uno a uno –concluye- todos se estaban convirtiendo en sombras". La enseñanza que extrae de las imágenes que circulan por su mente es que resulta mejor pasar con valentía al mundo de la muerte, "en la gloria completa de alguna pasión, que marchitarse y desvanecerse tristemente con la edad". Se imagina entonces el amor de juventud de aquel joven hacia su esposa, cuya intensidad él nunca sintió. Su alma percibe incluso la región de los muertos, que vuelve incierta la existencia del mundo real. A raíz de un pequeño golpeteo producido por la nieve, mira hacia afuera por la ventana. En toda Irlanda, piensa, está nevando, incluso en el cementerio donde yace el joven que amó a su esposa. Como un elemento universal, imagina que la nieve cae sobre todo el universo, imagina que se encuentra "cayendo suavemente a través del universo y suavemente cayendo sobre todos los vivos y los muertos".