Escucho al doctor Luna hablar de su chamán y, de pronto,
menciona “los universos alternativos” . Y, en un flash, recuerdo la misma
expresión en boca del premio Nobel de Física 2004 Frank Wilczek, quien me habló
aquí, al profundizar en la teoría de las cuerdas, de “esa lógica interna
bellísima de la que todos formamos parte y en la que están inscritas desde la
última partícula elemental hasta la inmensidad”. ¿Ven? El lenguaje del chamán
amazónico perdido en la selva del Caquetá y el del Nobel, forjado en la más
estricta observación del método científico, se acercan hasta hacerse
indistinguibles. Al cabo, la más pura ciencia de hoy deviene esoterismo
milenario. Es la danza de la realidad, y la gozaremos sólo con mantener la
mente abierta y dispuesta antes a conocer que a condenar.
Dr . Eduardo Luna, Etnobotánico del chamanismo mestizo
Tengo 58 años y sigo creciendo. Nací en Florencia
(Colombia), cuna de otro arte y otra sabiduría. Me doctoré en Etnobotánica
Amazónica Mestiza. Enseño en la Universidad de Helsinki. Occidente puede
recuperar en la Amazonia otras formas de conocimiento aniquiladas por la
Inquisición y luego reprimidas por un racionalismo miope
Me tumbé y me quedé contemplando las estrellas… Hasta que me
di cuenta de que era imposible que estuviera viendo las estrellas, porque
estaba bajo techo.
–Eso es un razonamiento irracional.
–Propio del yagé: altera tu conciencia, pero al mismo tiempo
mantiene la lucidez. Había visto una enorme serpiente yendo hacia la casa del
chamán y de pronto empecé a pensar como la serpiente: ¡yo era la serpiente!
–¿Se sentía reptil?
–Me sorprendí amí mismo relamiéndome al anticipar lo
deliciosas que estaban las ranas de la charca: me arrastraría poco a poco para
no sorprenderlas… Pero de repente me asusté, porque madre daría un grito si me
veía arrastrándome para devorar ranas.
–¿Y ser un bicho le parece agradable?
–No trataba de divertirme. No estaba tomando copas. El yagé,
o ayahuasca, no es una droga recreativa sino un sacramento. Tras pensar en las
ranas salí a vomitar. Al volver, las plumas del chamán se transformaron en
pájaros que volaban.
–¿Ese viaje no es peligroso para la salud?
–No, porque la dosis letal de ayahuasca sería de cinco
litros y las tomas habituales apenas superan los 50 mililitros. No es
aconsejable la ingesta, desde luego, para quien no esté perfectamente sano,
pero difícilmente enferma a nadie. Yo hace 35 años que la tomo.
–¿Cuándo la ingirió por última vez?
–Hace seis meses, en Brasil.
–No es usted un habitual.
–Nadie lo es, porque tomar el yagé es un trance
desagradable. El líquido tiene un sabor vomitivo y es vomitivo. La toma sólo
tiene un sentido si tú se lo confieres, un sentido espiritual, religioso,
dentro de un ritual.
–¿Qué se siente?
–Es un sacramento y una comunión. Permite la introspección
sobre tu propia conducta y abre tu mente a otras realidades que puedes
compartir con los demás iniciados.
–¿Quién le guió su primera vez?
–Mi primera toma, prudentísima, fue con el etnobotánico
húngaro Terence McKenna. Y constituyó toda una revelación. Me sentí como
entrando en El jardín de las delicias del Bosco. Descubrí dimensiones, luces,
colores y volúmenes insospechados, pero también aprendí a tomar distancia
respecto a mí mismo: me vi como yo era y, desde aquel instante, jamás volví a
angustiarme por nada.
–¿Mística enteógena?
–Para mí es parte de una búsqueda. Yo había sido
seminarista. Nací en Florencia (Colombia) y mis padres me indujeron una
vocación escolapia. Fui al seminario de Irache a estudiar Teología hasta los 20
años y lo abandoné para estudiar en Madrid. Al volver a Colombia me reencontré
con el chamán ingano mestizo Apollinar Yacanamijoy.
–¿Ingano?
–Hablaba quechua en su variedad inga, un dialecto de la
lengua inca.
–¿Estaba a su lado el día de las estrellas?
–Sí. Recuerdo que, cuando me descubrí maravillado a mí mismo
en aquella toma de yagé, le dije: “Don Apollinar, es usted sabio”, yme
respondió: “No soy yo el maestro, es el yagé”. La ayahuasca, que el chamán me
preparó en su variedad local de Banisteriopsis caapi mezclada con hojas de
Diploterys cabrerana, es considerada una planta maestra. Es el yagé y no el
chamán quien nos guía.
–¿Y dice que cambió su vida?
–Sí. Supe que recuperaría la sabiduría de mis antepasados
que los años de estudios en Europa me habían hecho olvidar. Me licencié en
Filosofía en Madrid, pero me casé con una noruega y vivimos en Oslo, donde
enseñé en la universidad, y luego en Helsinki.
–¡Qué lejos de la Amazonia querida!
–Allí fui alumno de un sabio, el director del Instituto de
las Religiones Oche Hultkrantz. Trabajamos juntos en mi tesis, que trataba de
recuperar la sabiduría etnobotánica y la espiritualidad de la Amazonia.
–¿Siguió viendo las estrellas?
–Sí, y muchos libros. Estudié farmacología, botánica,
fisiología y neurología para dedicar mi doctorado al chamanismo mestizo.
–¿Por qué al chamanismo mestizo?
–Porque es el puente con la sabiduría perdida en Occidente.
Sus chamanes ardieron como brujas en las piras inquisitoriales.
–Hace siglos.
–Primero la Inquisición y luego la ilustración y su
racionalismo más reduccionista y miope liquidaron esa espiritualidad que
ustedes gozaron. Pero recuerde que la comunión católica, por ejemplo, donde se
ingiere vino –otra droga–, es una reminiscencia de los ritos helenos de Eleusis
y sus comuniones, que están en los fundamentos de toda su cultura.
–El sueño de la razón produce monstruos.
–No. La razón sólo es una forma de conocimiento más. ¿Por
qué confinar la vida a una sola dimensión? Como sabe, el hemisferio cerebral
derecho procesa creatividad y emociones, y el izquierdo, el raciocionio. El cubo
de Necker, con el yagé, es percibido mejor por el hemisferio no racional.
–¿Y eso de qué nos sirve?
–Permite un sueño lúcido con el que puedes desbloquear
traumas y mejorar la introspección. Pero el potencial de esta etnobotánica está
por descubrir. Abramos, pues, puertas al conocimiento, no las cerremos.
–¿No se trata de una aventura sectaria?
–Es cierto que las nuevas religiones sincréticas brasileñas
como el Santo Daime o Barquinha han hecho del yagé su sacramento y con buenos
resultados, pero yo lo que pido es, antes que nada, sólido conocimiento
científico y, a partir de él, experiencia vital. No reduzcamos nuestras vidas a
una dimensión, porque hay muchas más y nos las perdemos.
Lluis Amiguet