miércoles, 25 de marzo de 2015

EL AMOR ROMÁNTICO SERÁ LA ÚLTIMA ILUSIÓN DEL VIEJO ORDEN

En la yegua Frou-frou, una metáfora sobre el sacrificio
Escultura de Eddy Roos
Acerca de la relación entre Tolstoi y las mujeres se ha escrito mucho; también sobre Tolstoi y el feminismo. Al autor de Guerra y Paz le cabe bastante bien el nombre de escritor vate o vidente. De alguna manera su representación de la Rusia de los nobles y los campesinos, los plebeyos y los príncipes, anticipa toda la historia del siglo XX. En su última novela, La resurrección , el personaje de la criada –violada por un juez, luego acusada de ladrona y asesina en un prostíbulo y enviada a Siberia por el mismo juez–, anticipa claramente la revolución bolchevique. La Maslova termina como una guerrillera loca en las incipientes rebeliones que dieron origen a la Revolución del 17. Pero la novela había sido escrita veinte años antes.
En Guerra y Paz , se va a contar el episodio épico más grande de la historia de Rusia, con miles de personajes, con cientos de escenarios históricos y ficcionales, decenas de batallas: militares, intelectuales, Napoleón, príncipes, el zar…; pero la primera baja que tiene la novela es la de una mujer que muere dando a luz. Sólo un gran autor puede hacernos ver hasta qué punto esa muerte es un hecho político y forma parte de una masacre que, hasta que él hablara, era experimentado como un destino fatal de las mujeres.
Pero Tolstoi no era un escritor simplemente feminista que denunciaba cómodamente las leyes del patriarcado, también era un crítico de las acciones y la pasividad de las mujeres de la época y las exhortaba a actuar.
De todos los personajes femeninos heroicos de las novelas de Tolstoi, hay uno que es especialmente notable en una escena magistral: una yegua.
Frou-frou es la yegua con la que el conde Vronsky corre la carrera en la segunda parte deAnna Karenina . Para ese momento, Anna y el conde Vronsky ya se conocieron y ya bailaron una mazurka para el escándalo de toda la sociedad de San Petersburgo. El la galanteó en público y en privado, a él no le importa nada: es joven, es noble, es un militar de cierta reputación, es libertino, es rico, y es varón. Ella, en cambio, tiene todo para perder: madre, casada, bella, es una mujer que debe responder por su reputación y la de su marido. Y por los privilegios de su vida, que son responsabilidades, debe pagar con su vida. Tolstoi nos hace comparar la misma situación con el hermano de Anna, que descubierto en una pequeña infidelidad, es amonestado por su esposa, que se “ofende” por unos días.
Anna se la pasa durante todo el libro primero de la novela y parte del segundo, rechazando los galanteos de Vronsky, aunque se sienta muy atraída por él y por eso que él tiene: su libertad. Ingenuamente cree que junto a él ambos serán igualmente libres. Dice no al baile, no a la visita, no a la salida a patinar, dice no a todo lo que quiere y terminará claudicando. Porque Vronsky insiste una y otra vez, y sabe que, finalmente, va a hacer lo que él quiera.
La última versión cinematográfica de la novela, dirigida por el ya célebre adaptador de novelas de “época” Joe Wright ( Orgullo y prejuicio , de Jane Austen, Expiación, de Ian Mc Ewan) tiene el controvertido guión de Tom Stoppard. Para enfrentarse con la novela de Tolstoi, Stoppard eligió dos rasgos fundamentales de la novela: el teatro y los caballos. Por un lado nos muestra que todas las escenas que plantea Tolstoi tienen un marco teatral. Con ello Stoppard nos expone un rasgo fundamental del siglo XIX hasta la mitad del XX: lo que se muestra es más importante que lo que es, la representación tiene más valor que la realidad. El escándalo de Anna no es tanto lo que hace, sino que lo haga de manera flagrante, a la vista de todos.
El otro rasgo resaltado en la película son los caballos. Se trata de una sociedad y un tiempo en el que los caballos eran una fuerza poderosísima, pero al mismo tiempo, se había decretado, por efecto de la máquina de vapor, que su rol fundamental en la sociedad había llegado a su clímax. Pero en la película, también se quiere resaltar aquello que los caballos tienen de metonimia entre su cuerpo entregado al trabajo y la fuerza del siglo XIX y el de las mujeres, entregadas al sacrificio. En ese libro segundo, Tolstoi nos cuenta una carrera de caballos para mostrarnos como en una puesta en abismo toda la novela. La carrera comienza con toda la “sociedad” de testigo. Entre los espectadores está Anna, que llegó acompañada por su marido Karenin, entre los corredores el conde Vronsky. Vronsky elige para esa carrera a su yegua preferida, Frou-frou. El está corriendo contra sus compañeros de armas, son amigos, son compinches que se conocen y se divierten en el deporte; pero también están compitiendo; son rivales y todos quieren ganar. Vronsky es uno de los favoritos con su hermosa yegua y quiere también mostrarle a esa mujer que está en el paddock qué tipo de jinete es él.
La carrera se desarrolla sin muchas sorpresas, Vronsky es uno de los que va a la cabeza y tiene apenas dos contendientes serios. Pero en algún momento de la carrera, otro de los jinetes se le acerca y lo pasa. Vronsky entonces azota y exige a Frou-frou para que acelere y ella se exige más, se exige demasiado, hasta que se paraliza. Entonces Vronsky, lleno de ira y de venganza, la vuelve a azotar, y ella entonces obedece y va más allá de sus fuerzas, hasta que rueda, ambos caen. El sale ileso de la caída pero ella se manca.
Tirada, agitada y muda, Frou-frou mira a su jinete y pide ser matada. Vronsky percibe en ese momento que va a sacrificar a su yegua preferida, y con lágrimas en los ojos, dispara los dos tiros de la piedad. Al disparar, él no sabe, porque sólo lo sabemos los lectores, porque de cierta manera Tolstoi nos lo dice, que la muerte de Frou- frou prefigura toda la vida futura de Anna y su amante. Él es esa clase de hombre: los que le exigen demasiado a su yegua, los que le piden a su yegua lo que la yegua no les puede dar y los que finalmente saldrán ilesos de esa relación, mientras que su yegua será sacrificada.
Desde la platea donde Anna es espectadora de esa escena, junto a su marido, ella sufre y en el momento de la caída no puede ocultar su infortunio y dice: “¡ahhhh!”. Ese suspiro demasiado sonoro es escuchado nítidamente por el resto de los espectadores y por su marido. Saben que, desde ese momento Anna es como Frou-frou, una mujer que se encamina al sacrificio absoluto.

A.Schettini es docente en la Untref. Es poeta y autor de los ensayos reunidos en El tesoro de la lengua.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Participa con alegría en las penas del mundo. Busca tu bienaventuranza


¿Dónde está la sabiduría que perdimos con el
conocimiento?
¿Dónde está el conocimiento que perdimos con la
información?
-T. S. ELIOT

Joseph Campbell acostumbraba decir que la mitología representa
la Armonía de las Esferas de la que hablaban los pitagóricos:
la continua música que produce el Universo. La mitología -como
la música- señala de algún modo el sentido de la vida, que no
puede ser expresado en palabras, como quien transmite una fórmula,
pero sí sugerido en símbolos, cantado por las Sirenas.
La concepción de mitología universal que Campbell ha desarrollado
a lo largo de su fecunda obra es la de una tradición viva que conserva
un tesoro, el tesoro de la philosophia perennis de la humanidad
expresada en las distintas lenguas. En este sentido, toda la sabiduría
de las distintas tradiciones es mitología, desde la antigua Sumer
hasta el Rey Arturo pasando por las Upanishadas, Homero, Lao Tsé,
el Antiguo y el Nuevo Testamento y el sagrado Corán. Y en la modernidad
los artistas han enriquecido este texto infinito como lo han hecho
Shakespeare, Goethe, Thomas Mann o James Joyce, mientras
Jung, Freud, Spengler y Nietzsche han vuelto a pensar el mismo núcleo
viviente del mito eterno. Siempre se trata de descifrar el mismo
oráculo de la vida humana en sus distintos niveles: las esferas psicológicas
y sociales danzan en torno del centro sagrado del mundo.
Desde una perspectiva muy amplia Joseph Campbell ha creado una
articulación vitalista y afirmadora de los contenidos esenciales de la
mitología sin excesivos planteos teóricos ni complejidades expositivas.
Su pensamiento es simple y profundo a la vez. Muestra que en la
mitología se preserva conocimiento, no mera erudición sino historias
sobre la sabiduría de la vida, como huellas de la experiencia que
otros han marcado en su camino. Dentro de este corpus textual que
constituye la mitología en este vasto sentido se incluyen todos los
textos sagrados, las leyendas populares, la literatura y la filosofía porque
son portadores de los significados con los que se construyó
nuestra visión del mundo…

Respecto de la función de la mitología,
Campbell insiste en el hecho de que en las escuelas ya no se educa a
nadie, sino que solo se da información. Y este es justamente el problema:
en las culturas en las que se mantiene una tradición viva -como
en el mundo antiguo y en el Oriente- lo que denominamos mitología
ha sido siempre el canal de trasmisión del conjunto de los valores
y las creencias de un pueblo articulados en una serie de relatos
simbólicos en los que se trasmitían tanto elementos de la historia de
la comunidad, como enseñanzas espirituales, planteos metafisicos y
claves para las situaciones vitales. Por el contrario, en la civilización
del Occidente contemporáneo -como bien lo reflejan la filosofía y la
literatura del siglo xx que Campbell conoció muy bien- vivimos cada
vez más en la tierra baldía, en el nihilismo de sociedades olvidadas
de sus propias riquezas. Y es en este punto que Campbell sostiene
que para el hombre actual de Occidente existe el tremendo desafío
de apoyarse en la sabiduría perenne de la humanidad (que incluye
evidentemente también a la tradición oriental) y crear una nueva mitología
planetaria de evolución espiritual o de algún modo perderse
en los propios laberintos de su mente y destruirse a sí mismo. Resulta
necesario advertir que Campbell nunca dejó de expresar esta disyuntiva
en un tono esperanzado…
( fragmentos del prólogo de “Metáforas de lo Eterno” de Joseph Campbell )




martes, 10 de marzo de 2015

Cóctel número 5- Avalancha de lodo


El pulso del oro y el fulgor del relámpago han dejado su silencio en el peso del loto.

Sé que en la tibieza del lodo ya han sido escritas la eternidad y la luz del vino, y este sabor de manzanas que una a una ordenan las ramas de una tarde verde hasta que las sonrisas de las novias iluminan las promesas de los brotes y de las espigas.

Receta del cóctel
Ingredientes:
1,75oz de vodka
1 taza de leche evaporada
1,5oz de bailys
1oz delicor de cafe
1/2oz de chocolate liquido
jarabe natural

Preparación:
licuar con abundante hielo
adornar copa con chocolate y cereza

Nota: Esta bebida se puede untar en los labios y en la piel.